Gastronomía del Camino de Santiago en Galicia: Sabores de cada etapa

Caminar por Galicia haciendo el Camino de Santiago no es solo una experiencia espiritual o un viaje entre paisajes de postal: es también una inmersión sensorial en la rica tradición gastronómica gallega. A lo largo de cada etapa, desde Sarria hasta Santiago de Compostela, el peregrino se encuentra con una sucesión de sabores, aromas y recetas que hablan de territorio, historia y autenticidad.


La oferta culinaria es tan amplia y diversa que resulta difícil condensar en un solo artículo todo lo que un amante de la buena mesa debería probar en el Camino. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es trazar una ruta paralela —una especie de mapa del sabor gallego— que recoja algunos de los platos más emblemáticos y las particularidades regionales que hacen de la cocina gallega algo tan único.
Este recorrido no se mide en kilómetros, sino en experiencias que alimentan tanto el cuerpo como el alma.


¿Listo para saborear el Camino? Comenzamos….

Sarria: Donde comienza el Camino… y el apetito

Para muchos, Sarria es el punto de partida del Camino de Santiago en Galicia, pero también puede considerarse el pistoletazo de salida para el primer banquete de sabores gallegos. Esta villa lucense, acoge al peregrino con una cocina de raíces profundas, cargada de historia y sustancia.
Es difícil pensar en una mejor bienvenida que un buen lacón con grelos, con chorizo y patatas cocidas (cachelos), o un humeante plato de caldo gallego, perfecto para recuperar energías. Los amantes de la carne encontrarán en la carne ao caldeiro una delicia sencilla y reconfortante: ternera cocida en su punto justo, con aceite, pimentón y sal gruesa.
Y para cerrar la comida, nada como un dulce típico: las filloas, crepes gallegos que se pueden rellenar de nata, miel, azúcar o incluso compota de manzana. También son habituales las primeras porciones de tarta de almendra, considerada la precursora de la emblemática tarta de Santiago. La zona del Malecón, junto al río, está repleta de mesones tradicionales y pulperías donde comer bien es casi obligatorio. Menús del peregrino generosos, trato cercano y recetas de siempre conforman el menú de bienvenida a Galicia.

Portomarín: Entre historia, aguardiente y sabor

Tras cruzar el puente sobre el Miño y adentrarse en Portomarín, el peregrino no solo encuentra una villa con pasado templario y calles empedradas: también halla una mesa repleta de sabores que reconfortan cuerpo y alma. Uno de los dulces más famosos de esta localidad es la tarta de Portomarín, una delicia de almendra, azúcar y huevo que rivaliza con su hermana compostelana.
El aguardiente casero, que muchas casas y restaurantes ofrecen tras la comida, es parte de la identidad local. Se sirve a veces «blanco», y otras en forma de licor café o crema. Es el broche perfecto para una comida copiosa, una especie de ritual que resume la hospitalidad gallega.
En cuanto a cocina salada, Portomarín sorprende con propuestas como la anguila frita, un guiño a su pasado fluvial. Aunque no tan extendido como el pulpo, es un bocado auténtico. Para quienes buscan sabores más conocidos, el pulpo á feira y el churrasco a la brasa (tiras de cerdo o ternera adobadas y cocinadas sobre fuego de leña) son apuestas seguras. Todo, como siempre, mejor si se acompaña de pan gallego y una copa de tinto de la casa.

Palas de Rei y Melide: La catedral del pulpo

Pulpo a Feira en tradicional plato de madera

Siguiendo la ruta, el peregrino llega a Palas de Rei y, poco después, a Melide, considerada por muchos como la meca del pulpo á feira. Esta villa coruñesa es famosa por sus pulperías, muchas de ellas centenarias, donde el cefalópodo se cocina en calderos de cobre y se sirve, tierno y sabroso, sobre una tabla de madera. La experiencia de probarlo en un local abarrotado, rodeado de peregrinos y locales, es casi tan emocionante como alcanzar la propia Compostela.
El pulpo se acompaña, como manda la tradición, de cachelos (patatas cocidas), un buen pan de leña y vino tinto servido en taza de barro. Pero Melide no es solo pulpo: también brilla con sus empanadas artesanas, el caldo gallego de grelos y legumbres, y una repostería deliciosa que incluye melindres, rosquillas glaseadas y almendrados. Son dulces ideales para meter en la mochila y continuar la jornada con energía y buen sabor de boca.

Arzúa: Queso con identidad propia

Poco antes de alcanzar la meta, el Camino cruza por Arzúa, tierra de pastos verdes y de uno de los productos lácteos más queridos de Galicia: el queso Arzúa-Ulloa, con Denominación de Origen. Este queso de vaca, de textura cremosa y sabor suave, es el protagonista absoluto de la gastronomía local. Suele servirse solo, en tablas, o acompañado de membrillo, miel de Galicia o incluso en preparaciones calientes como croquetas o empanadas rellenas.
Durante todo el año, pero especialmente en los mercados y fiestas, se puede comprar directamente a los productores locales, muchos de ellos con explotaciones familiares. Arzúa también ofrece carnes a la brasa, tortillas jugosas, tarta de Santiago y otros postres caseros. Es un alto en el camino que invita a parar, saborear y cargar energías con productos de primerísima calidad.

Arzúa también ofrece carnes a la brasa, tortillas jugosas, tarta de Santiago y otros postres caseros. Es un alto en el camino que invita a parar, saborear y cargar energías con productos de primerísima calidad.

O Pedrouzo (O Pino): El penúltimo banquete

Ya a las puertas de Santiago, el peregrino atraviesa O Pedrouzo, en el concello de O Pino. Esta es una etapa marcada por la emoción y el cansancio acumulado, pero también por la buena mesa. En esta zona, los platos más habituales son las carnes a la brasa, especialmente la croca de ternera (un corte jugoso y sabroso), el gallo de corral al horno y los chipirones fritos. La tortilla de patatas al estilo gallego, gruesa y poco hecha por dentro, también tiene
muchos adeptos y suele servirse como tapa o ración generosa. Junto con el pan de la zona, una copa de vino y un ambiente tranquilo, es la mejor forma de despedirse de las comilonas del Camino antes de la llegada a Compostela.

Santiago de Compostela: Donde todo termina (y todo se saborea)

Y por fin, Santiago de Compostela. La ciudad que corona el Camino es también una de las grandes capitales gastronómicas de Galicia. Después de días de caminata, llegar a Santiago es como entrar en un nuevo capítulo donde el peregrino puede celebrar con calma todo lo vivido.

Su casco histórico está salpicado de pulperías, tabernas, vinotecas, bares de tapas y restaurantes donde se sirve desde la cocina más tradicional hasta propuestas contemporáneas con toques de autor. Aquí se mezclan los sabores de toda Galicia: mariscos de las rías, pescados atlánticos, empanadas recién horneadas, carnes de vacuno gallego, quesos de distintas denominaciones, los inevitables pimientos de Padrón, vinos de las cinco D.O. gallegas y, como colofón, la emblemática tarta de Santiago.

Pero si hay un lugar que resume la esencia culinaria compostelana, ese es el Mercado de Abastos. Es el segundo lugar más visitado de la ciudad después de la catedral, y no es de extrañar. En sus puestos se exhibe lo mejor del producto gallego: pescado traído directamente de la lonja, marisco vivo, frutas de temporada, verduras recién recogidas, quesos artesanos, empanadas, embutidos… todo con ese aroma a tierra y mar que define Galicia.

Una de las experiencias más recomendadas —y que muchos peregrinos desconocen— es comprar producto fresco en el mercado y llevarlo a uno de los locales del recinto para que te lo cocinen al momento. Así, puedes elegir tú mismo las zamburiñas, las navajas o el entrecot de ternera, y degustarlo preparado a tu gusto, con una copa de vino gallego y el ambiente auténtico del lugar. Comer allí se convierte en un homenaje al paladar y también al Camino: hay algo simbólico en sentarse a la mesa tras haber alcanzado la meta, rodeado de otros viajeros, compartiendo platos y anécdotas.

Santiago invita a quedarse, a sentarse sin prisa, a disfrutar de cada bocado como una recompensa merecida. Porque el viaje puede haber terminado, pero la experiencia gastronómica… acaba de empezar.

Cómo disfrutar al máximo de la gastronomía durante el Camino

Si quieres saborear Galicia a fondo durante tu Camino, hay pequeños gestos que marcan la diferencia. Planifica paradas en pueblos con mercados o ferias semanales, donde puedas probar productos recién hechos o comprar empanada casera para llevar.
No te pierdas los menús del peregrino, que en muchas ocasiones ofrecen auténtica comida casera por un precio ajustado. Y confía en la intuición: si ves un restaurante lleno de gente, casi siempre es buena señal 😉
Pregunta a los lugareños por el plato del día o la especialidad de la casa, y si viajas en grupo, compartid varios platos para probar un poco de todo. Así, cada comida será parte de la experiencia.

¡Buen camino!

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